El impuesto inflacionario es del 28% desde hace 70 años en la Argentina

Juan Mario Jorrat dice que el cálculo se duplica en los bancos. Advierte que no tiene sentido pagar "señoraje" a nombre de un "Estado ausente".

Economia07/12/2023GianiGiani
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Juan Mario Jorrat es economista liberal, cree en la Constitución y cita a Juan Bautista Alberdi. El tucumano estuvo en Santa Fe y presentó a El Litoral un cálculo que explica el avance de la pobreza en la Argentina: el impuesto inflacionario supone desde hace 70 años un 28% de lo que gastan los bolsillos argentinos. Fenómeno que impacta más en los que menos tienen, y que encuentra fundamento en el déficit fiscal, que es producto de fallas de la política.

Alguna vez dijo que entre los derechos de propiedad y el comunismo, la Argentina toma "lo peor de cada mundo". En un país a las puertas de un cambio de gobierno, reflexionó sobre una crisis de larga data y sobre los efectos del "Estado ausente" en prestaciones básicas y en la ausencia de moneda..

- ¿Cómo califica la situación macroeconómica y qué tenemos que mirar los argentinos de a pie para apreciar la evolución de lo que viene?
- Creo que la situación macroeconómica está haciendo crisis, pero es una crisis de muy larga data. En general en estos momentos estamos con un Estado totalmente ausente en las funciones principales que justifican tenerlo y pagar por él, porque todos pagamos por el Estado. Hay una crisis en la justicia, en la seguridad, en la salud y ahora con la inflación estamos teniendo crisis en uno de los servicios básicos que también tienen debería proveer el Estado, que es el suministrar a la economía un sistema que sustituya al trueque, una unidad monetaria que pueda servir como medio de intercambio -que es una de las funciones fundamentales- como medio de pago de las deudas de los particulares y además que sirva como depósito de valor a efectos de poder va a ser pagos en el futuro.

- …no hay moneda.
- Bueno, hoy en día estamos teniendo una moneda que realmente no cumple con la tercera función: no es depósito de valor, y apenas cumple con las otras dos, porque tenemos un costo infernal de impresión de los billetes de baja denominación. O sea, el Estado en vez de favorecer la actividad privada , se mete cada vez más e interfiere más con la libre actividad privada de los argentinos. Desde hace más de 70 años que estamos con inflación.

- ¿Usted cree que se cayó la dolarización? Y en todo caso, a mediano, corto o largo plazo, ¿serviría, le parece conveniente?
- Yo haría las preguntas al revés. Hemos vivido mucho años con inflación, y con períodos en que se aceleró mucho. La inflación es uno de los impuestos más terribles, que puede el Estado cobrar, porque graba más a las personas que tienen menos alternativa, menos educación y menos posibilidades económicas. Hemos estado haciendo unas estimaciones de cuánto sería el impuesto inflacionario; para expresarlo en términos de la recaudación nacional promedio -en términos reales de acuerdo el promedio desde 1970 a la actualidad- representa el 28% en adición a lo que el gobierno ya cobra. Y el sistema bancario es un copartícipe del impuesto inflacionario; si nosotros aplicamos esa tasa sobre M3 (depósitos en ahorro y a plazos) a los servicios del sistema bancario, resulta que se duplica el impuesto inflacionario y pasamos al 56%. O sea que por tener dinero estamos pagando un 28% al Estado y un 28% más al sistema financiero, que coparticipa de ese impuesto. Yo lo que me pregunto hoy en día es: '¿ es necesario pagar semejante señoraje para seguir teniendo un peso que diga moneda nacional?'

- Se alega que sin moneda soberana, el país se expone a crisis externas.
- A pesar de la ventaja que uno puede enumerar, de la buena política monetaria como filtro a cualquier choque externo, cuando uno habla de estos costos pierden sentido las ventajas potenciales de independencia ante los shock externos. Si tuviéramos el dólar como moneda habríamos renunciado a parte de la soberanía y estaríamos sujetos a las decisiones del Banco Central norteamericano -son en realidad 12 bancos centrales que hay dispersos en Estados Unidos- que tienen unas juntas de gobierno que definen la política monetaria. Yo me pregunto: ¿se merecen la sociedad argentina y las instituciones de Argentina, el derecho a tener su propia moneda cuando en realidad hemos quitado 13 ceros a nuestra moneda?

- Cuando cae la convertibilidad, hay quienes acusan a la rigidez ante un shock externo, pero también se acusa a la interna Menem-Duhalde por haber acelerado el déficit fiscal.
- Ese es el otro peligro; la dolarización no es una solución total porque siempre va a existir en el mal político la tentación de financiar gasto endeudando a la generaciones futuras. Porque en realidad, cuando tomamos deuda en los mercados internacionales, estamos endeudando a nuestros hijos, nietos y bisnietos, que van a tener que pagar ese capital y esos intereses. Esa es otra manera de financiar el gasto público excesivo que deberíamos de alguna manera controlar constitucionalmente. ¿Cómo? Con mecanismos institucionales, de tal manera que el control de la deuda externa -o sea, las deudas emitida por el gobierno- no sean patrimonio exclusivo del Poder Ejecutivo.

- No alcanza con el precepto constitucional de cuidar la moneda, que es lo que Rosatti le advirtió de alguna manera en España al por entonces candidato Milei.
- Está bien: puede cuidar. Pero le dan un pagaré al Banco Central que entrega el efectivo y no lo va a cobrar… se termina monetizando. Hay en economía lo que se llama la equivalencia de ricardiana: cualquier deuda emitida por un Estado va a terminar la larga transformándose en un incremento de impuestos para poder pagar. Es exactamente lo mismo que el gasto excesivo.

- ¿Qué rol juega la expectativa? En la economía, que no es una ciencia exacta y está anclada en base sociológicas, es un bien.
- Las expectativas se van generando poco a poco, y poco a poco se van revisando porque revisar las expectativas implica una revisión de todo su portafolio. Implica un examen de conciencia de qué es lo que se ha hecho bien, qué es lo que ha hecho mal. Son tan importantes que tenemos que empezar, pero necesitaríamos por lo menos dos o tres generaciones de estabilidad de precios para volver a creer; me estoy dando cuenta de que los jóvenes profesionales -en general todos los que han nacido desde el '90 a la fecha- no han tenido la experiencia de una sola hiperinflación; yo ya por mis años tuve la experiencia del '76, la del '89, la del '90 son tres hiperinflaciones aparte de haber estudiado al hiperinflación alemana, la hiperinflación austriaca que fueron fenómenos que impactaron al mundo académico. Estos jóvenes están recién ahora viviendo la primera experiencia directa a una hiperinflación.

- Supongamos que el gobierno entrante encuentra la consistencia política y el diseño técnico financiero para encauzar el camino. ¿Qué condiciones deben advertirse en la diligencia política para que la confianza vuelva a empezar a regenerarse, más allá de las pertenencias de las decisiones políticas?
- Yo creo que los políticos tienen que empezar a hacer las cosas bien. Se nos fue la mano con 'donde hay una necesidad, hay un derecho', porque… ¿cómo se financia? Los políticos tienen que darse cuenta de un solo principio que enseñamos los cursos introductorios de Economía: que los recursos son muy escasos y la necesidad son infinitas. Y entonces la sociedad, a través de sus organismos, tiene que ordenar cuáles son las prioridades y decir: los recursos que el Estado se va a apropiar, son estos y alcanzan de 1 a 3, y de ahí al infinito somos humanos, somos limitados, no somos omnipotentes.

- Usted es un hombre que ha hecho un recorrido, tiene una visión analítica, ha estudiado. Habla de una solución intergeneracional, ¿tiene esperanzas?
- La esperanza en el fondo es un acto de la voluntad. Yo tenía esperanzas de que se podía restablecer una unidad monetaria y una independencia del Banco Central, y eso ya de alguna manera lo estoy dejando al lado Argentina inició un período de decadencia en el 2010 y sigue ese… veo una situación muy lúgubre. También es cierto que los países no se suicidan, pero si languidecen, por ejemplo con el capital humano que teníamos con las universidades Argentina de primera línea… hay jóvenes formados están emigrando porque de ser una tierra de promisión, Argentina se ha transformado en una tierra de desolación. Y eso tenemos que cambiar. Tenemos demasiadas desilusiones acumuladas. Espero que los jóvenes lo puedan hacer.

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