Tristeza y dolor en la Policía de la provincia

Rosario: El suicidio de una joven suboficial reabre el debate sobre la salud mental en las fuerzas

Información General15/04/2025ClaudiaClaudia
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La madrugada del martes 15 de abril se convirtió en una noche de luto para la Policía de la provincia de Santa Fe. Brisa Mailén Rojas, suboficial de 21 años, se quitó la vida en su vivienda del centro de Rosario, donde residía por razones de servicio. Su historia, su muerte y el silencio que la rodea abren una herida profunda en una institución marcada por la exigencia, el sacrificio y, muchas veces, la soledad.
Brisa era oriunda de la ciudad de Santa Fe y prestaba funciones en la Unidad Regional II, a más de 160 kilómetros de su hogar. A las 00:25 horas de aquel martes, un llamado alertó a la policía sobre una tentativa de suicidio. Al llegar, los efectivos escucharon un disparo. Al ingresar, encontraron a la joven con una herida de bala en la cabeza. Aunque aún presentaba signos vitales, falleció minutos después, pese a los esfuerzos médicos.
En el lugar se hallaron su arma reglamentaria, una pistola Bersa TPR calibre 9 mm, cargadores, cartuchos, su teléfono celular y su chaleco antibalas. La investigación, caratulada como suicidio, quedó a cargo de la fiscal Mariana Piazza Iglesias. Pero más allá de la causa judicial, este hecho expone una problemática mayor, tantas veces silenciada: la salud mental dentro de las fuerzas de seguridad.
UNA VIDA DE ESFUERZO, VOCACIÓN Y SILENCIOS
Brisa no fue una oficial más. Su paso por el Instituto de Seguridad Pública (ISEP) estuvo marcado por el sacrificio y la voluntad. Formó parte de la Guardia de Honor y, para costear sus estudios, vendía pastelitos los fines de semana. Había enfrentado pérdidas familiares significativas, y aun así eligió una vida de entrega. Eligió servir.
Pero esa vocación la encontró lejos de casa, separada de su familia, enfrentando la crudeza de un sistema que muchas veces no acompaña. La joven fue trasladada a Rosario, una ciudad ajena, sin redes de contención afectiva cercanas. El aislamiento, la presión del uniforme, el peso de portar un arma y las exigencias diarias terminaron por acorralarla.

Cuando el estado llega tarde

Este caso no es aislado. Organizaciones como APROPOL, FASIPP y FRECUENCIA AZUL llevan años denunciando la falta de políticas de salud mental dentro de las fuerzas. No existen programas sostenidos de asistencia psicológica. No hay dispositivos de escucha activa ni protocolos claros para detectar signos de alarma en el comportamiento de los efectivos.
Y las preguntas se repiten, una y otra vez, sin respuestas claras: ¿Qué respaldo emocional tiene un policía recién egresado, enviado lejos de su hogar? ¿Quién lo acompaña en su adaptación? ¿Qué contención se le brinda cuando se enfrenta a situaciones traumáticas? ¿Por qué el suicidio sigue siendo un tema tabú dentro de la estructura policial?

Brisa merece Memoria, Verdad y Justicia Institucional

Brisa no puede ser una cifra más en una estadística oculta. Fue una joven con sueños, con vocación, con una historia marcada por el esfuerzo. Su muerte nos interpela como sociedad y como Estado. Porque cuando un policía se quita la vida, no es solo un drama personal. Es también una tragedia institucional.
La salud mental debe dejar de ser un tema marginal en las políticas públicas. Es urgente implementar medidas concretas: acompañamiento psicológico permanente, mejoras en las condiciones laborales, creación de redes de apoyo, formación en inteligencia emocional y prevención del suicidio.
La partida de Brisa es un grito que no podemos ignorar. El silencio institucional, en estos casos, también mata. Es hora de hablar, de actuar y de proteger a quienes eligen protegernos.

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